Pequeñas islas unidas por un canal de dos millas, encontradas por Colón en 1493, de tan evidente fertilidad y belleza que el Almirante, decidió bautizarla con su nombre sobre el de "Liamuiga" como ya la habían bautizado los indígenas caribes. Estas islas paradisíacas fueron motivo de disputas entre ingleses y franceses, quienes dejaron en ellas sus huellas culturales. El trópico, la vegetación densa, las playas de arenas limpias y blancas, una floresta colorida y brillante y una economía azucarera y turística balancean el quehacer de su población alegre y creativa son algunas de las características de este maravilloso lugar. Tiene su propio Festival Caribeño de las Artes, CARIFESTA, con ofertas de artes visuales, culinarias, danzarias, musicales y literarias. San Cristóbal y Nevis, porción de paraíso, debe ser disfrutado desde su volcán dormido y cubierto de vegetación. Quien transite por sus calles, inevitablemente deseará hacerlo nuevamente para visitar la Plaza de la Independencia, entrar a la Iglesia San Jorge, el museo Alexander Hamilton y sus Fuertes, pescar, jugar golf o ascender unos cientos de metros de su montaña donde los indios caribes se asentaron hace siglos y defendieron su libertad. En San Cristóbal y Nevis todo está lleno de un colorido sabor tropical, desde sus modestas haciendas hoteleras, sus agradables restaurantes con sabrosos olores que convidan a quedarse, hasta sus inigualables bares y centros nocturnos.