Caimán tiene su propia piedra semipreciosa, la caimanita, que es engarzada en atractivas joyas.
La región caribeña sigue siendo muy controvertida, aún hoy, luego de numerosas investigaciones. Su pluralidad étnica, lingüística y religiosa la hace heterogénea y, al mismo tiempo, la historia común de sus pueblos la singulariza dentro del continente americano. El Caribe fue el escenario del "descubrimiento" o el "encuentro" de dos mundos que, hasta entonces, no habían tenido contacto. La fusión de las culturas que convergieron en esta región: la autóctona, la europea y la africana, produjo una constante asimilación y pérdida de valores culturales. Así, cada territorio asumió sus propios patrones a partir del grado de población nativa que interactuó con la cultura de las distintas metrópolis europeas: España, Francia, Inglaterra y Holanda, y las diferentes etnias africanas. Uno de los comercios más desdeñables que engendró esta colonización fue la Trata Negrera, la que provocó el desarraigo, aproximadamente, de 15 millones de africanos de distintos grupos étnicos. Yoruba, lucumí, bantú, mandinga, arará, mina, fanti, fon, mayombé, entre otros, llegaron al Nuevo Mundo. Cada uno traería sus costumbres, idiosincrasia, lengua y religión, que fueron recontextualizadas sobre la base de la conciencia religiosa y del nuevo entorno al que se enfrentaba este hombre desprovisto de su cultura. En 1685, con el dictamen del Code Noir - expresaba que, después de un período corto, los esclavos debían ser adoctrinados y bautizados en la fe católica- a los africanos se les prohibió participar en sus celebraciones religiosas, lo que los obligó a mantenerlas en secreto: la religión se convirtió en un culto arcano; los creyentes, en conspiradores; las reuniones sagradas, en células de rebelión. Sin embargo, hoy perviven manifestaciones culturales de raíz africana transmitidas oralmente de generación en generación: música, danza, remanentes lingüísticos, costumbres culinarias y religión, forman parte de la identidad caribeña, si tomamos en cuenta los procesos de transculturación ocurridos en estas tierras. Específicamente, en torno a la religión -entendida como un sistema unificado de creencias y prácticas sagradas-, las analogías entre elementos religiosos aborígenes, hispanos y africanos, hicieron posible un constante intercambio, del cual se fue formando una nueva religiosidad que ha variado según el contexto y el status de sus practicantes en cada una de las épocas. Esas similitudes permitieron la pérdida de algunos rasgos, la adquisición de otros y el surgimiento de nuevos componentes, sin dejar de considerar que el hombre, en ningún otro terreno, es más conservador que en la religión. Por su parte, el proceso evangelizador de Europa no pudo eliminar las prácticas animistas y las creencias paganas de origen africano, lo que de alguna manera también contribuyó al arraigo de algunas concepciones religiosas. Las religiones populares caribeñas -para distinguirlas de las eclesiales- se caracterizan por su asociación a la vida cotidiana y a los problemas y cultura de los pueblos. En ellas se encuentran sincretizaciones del catolicismo con cultos indoamericanos o africanos: la presencia de elementos festivos, del mito y la superstición; las peregrinaciones e imágenes; exvotos y promesas, además de un carácter utilitario. Puede hablarse entonces de diferentes manifestaciones religiosas en el Caribe: Regla de Osha, Regla Conga o Palo Monte, Espiritismo, Vodú, Abakuá, Culto a Changó, Culto a María Lionza, Rastafaris, Shouters, entre otras. |
Caimán tiene su propia piedra semipreciosa, la caimanita, que es engarzada en atractivas joyas.